Nómadas de la Aurora
Fotografía; Jair G. Ruíz
“Vengan los buenos a comer de éste helado gigante.”
-Silvio Rodríguez.
“Papalotito, papalote en el aigre dale un besito al hijo de mi madre.”
-Pedro Infante.
-Nómada “aquel que va de un lugar a otro sin establecer una residencia fija.”
-Aurora “luz sonrosada que aparece en el oriente inmediatamente antes de la salida del sol.”
Xalapa; Enríquez. 2 de octubre 2015. Un amigo me invitó a ver una obra de teatro en la sala chica “Dagoberto Guillaumín” en el Teatro del Estado. Mi amigo es psicólogo y pertenecemos a un grupo de elite secreto conocido como los mamis (conspiradores chavorucos que, con el fin de liberarnos del godinaje y por recomendación psicológica, a mitad de semana nos reunimos en un bar de baja categoria en el centro de la ciudad, donde todavía se puede beber y platicar porque no tiene wi-fi. De los bajos mundos si eres de la Anáhuac).
Soy del teatro, me gusta disfrutarlo. El teatro en sus inicios era nómada y siempre ha sido una aurora para los creadores; y mucho más para el barrio, que lo respalda.
Bueno, vamos a cosa seria, o por lo menos lo intentemos porque el público, el lector y el teatro se lo merecen. 30 de septiembre. 20.30 horas. 65 o 70 por ciento de la sala llena. No dieron tercera llamada. Las luces se apagan y el silencio se crea. El corazón aprieta y estamos a punto de volar un papalote.
La obra se llamaba “Nómadas de la Aurora” (por eso la necedad de poner los significados y jugar con ellos hasta el cansancio, para irnos entendiendo como se entiende la gente, letras claras lectores duraderos).
Poéticamente el nombre de la obra remite a la primera infancia. Y así lo dice en el programa de mano, la directora y dramaturga de este trabajo apoyado por el PECDA 2015: Adriana Duch, que con Las Sangres, Compañía de Danza, presentó unicamente dos funciones los días 29 y 30 de septiembre en el antes mencionado recinto teatral (pa’ los intelectuales).
Conjuntando teatro y danza, cinco personajes como salidos de otro planeta, otro viaje, bastante coquetos, Burtonescos, van apareciendo y hablan de “la enfermedad de la tristeza”, una enfermedad que los consumió. Anhelan el regreso de la aurora, hay desolación, se sienten agüitados pues… hasta que un niño de unos díez años llega a cambiarles la vida y a justificar su existencia. Y a jugar como pibes, como patojos, como chamaquitos, como escuintles, como niños (pa’ los que no viajan ni a Coatepec). A esto invita el discurso de la obra: a jugar. Y Las Sangres, Compañía de Danza: juega.
La obra nace gracias al Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico 2015 (PECDA, pa’ los compas), despues de realizar una serie de actividades en Chavarrillo (una localidad que esta situada en el municipio de Emiliano Zapata del estado de los pipiolos) cito a la directora:
En “…Chavarrillo, donde la realización de los talleres con los niños, nos permitió capturar sus colores, sus cuentos, su emoción por volar un papalote.”
Aún recuerdo la primera vez que volé un papalote, y es que para los ojos actuales, los juegos con los que se divierten los personajes y Daniel (el chaval de la obra: “Nómadas de la Aurora”) tienen polvo, de otros tiempos dijera mi abuelita; hoy, a mis años (imaginense a un abuelito diciendoles esto, aunque tengo poco más de dos decadas) cada vez hay más niños (adultos ni se diga) con tablets, casi moribundos por la enfermedad de la tristeza, aislados (como godín en su oficina), la técnologia nos ha invadido y los vientos extrañan los papalotes, extrañan el juego con el otro, ese vernos a los ojos del que ya no tenemos tiempo.
Adriana Duch señala en el programa de mano:
“… es una invitación a hacer un alto, repensar y observar cosas y formas que parecen estar olvidadas y que nos obligan a mirar cara a cara a nuestros semejantes en un encuentro real y lúdico.”
Con juegos muy mexicanos se va tejiendo esta historia y el viento pide un yo-yo que se columpie, un trompo que gire, una cuerda que sea saltada, una bicicleta que sea rodada, una pelota que sea botada (y no votada), unos trastecitos que piden a gritos el té, una canica que sale disparada de entre los dedos, o que nuestra alma vuele con un papalote por los cielos, esa inocencia que se ha consumido la enfermedad. Esto provoca y cuestiona “Nómadas de la Aurora”, es un buen viaje por la infancia.
Las coreografias y actuaciones son precisas, ejecutadas por Abraham Ponce, Janice Platt y Juan Meza, Tania Hernández y Ricardo García, acompañados de Daniel Kunold Duch. En la producción: Tomás Owen con Iluminación y Escenografía, Queta Love en la Música, Ángela Eguía fue responsable de Vestuario, entre otros. Por momentos nuestro pequeño actor se veía un tanto apático a lo que pasaba, ¡avísenle que se puede divertir en el teatro!
Buen producto, valieron los $50 pesos que pagué como estudihambre, aunque mi amigo chavoruco no la disfrutara tanto que por que no es su teatro, y tiene razón, es una obra para niños aunque, con escepción de chavorucos, la pueden disfrutar todas las edades. Sería bueno que en la publicidad de la obra dijera que: es pa’ niños (pa’que los morritos lleven a los adultos enfermos de la tristeza).
Esten pendientes de próximas funciones, pueden buscar información de la obra vía facebook en: Las Sangres Compañía.
Post-scriptum. Aquí le doy… su segunda tanda. Esta es la primer nota que escribo para la revista Burrito Mood, gracias por la invitación, procuraré hacerlo bastante recurrente y ocurrente, simplón, sin chiste quizá, diciendo las cosas de a compas, como cuates, peladito y en la boca, al chile pues, xalapeño... ¡A ver si así van al teatro, chingao!
*El nombre que adopto hoy Yanomami, aunque se puede prestar al juego de palabras y de identificación con Los mamis, no es sino, también, la referencia a una étnia indigena actual nómada, del Amazonas en Venezuela. Y el apellido Mood es en agradecimiento a la revista. Dejen sus comentarios, la retroalimentación es necesaria (o como los Yanomamis, el canibalismo entre la tribu).
Gugleario:
Chavoruco: Dícese de un hombre adulto con alma y onda de chavo. Algunas especies usan converse.
Godín-ez/Godinaje: Termino que se le da a la persona de sexo indistinto que trabaja de sombra a sombra, en una oficina, comodamente detrás de un escritorio y/o una computadora. Los chavorrucos, los godínez y algunos estudihambres suelen ser compas.
Estudihambre: Deformación de la palabra latina "studere" y su sustantivo “studium” estudiante y del mundo hambre.
2 de octubre, y todo lo que se le parezca, no se olvida.
-O’depüt.